No me escondo, lo digo claro, Riverdale me ha traído de nuevo la ilusión por una serie. A primeros de año, comencé con ella y este mes de mayo, ha supuesto que la tenga que despedir hasta que llegue la próxima temporada. Ahora, me veo con el síndrome de la huerfanidad. Sí, me lo acabo de inventar, pero así me siento cuando cojo cariño a una serie y toca decirla adiós. Dicho esto, vamos al grano. Ah, por cierto, para que no te lleves sorpresas voy a hacer spoilers, por lo que, si no has visto la serie y tienes intención de hacerlo, te invito a no continuar leyendo.
Empecemos por el guion. Pensé que nada superaría a la tercera temporada y a su espectacular trama, pero a mediados de ella, un golpe en el transcurso de la historia me ha dejado con la mandíbula desencajada. Los guionistas de la serie, han sabido encubrir el verdadero misterio, con pequeñas tramas para desembocar en “el supuesto asesinato de Jughed”, haciéndonos sufrir, para resolver el verdadero secreto del prestigioso instituto Stonewall. Sin duda, Agatha Christie estaría orgullosa de ello. Aunque el final, baja bastante la nota general de esta entrega.

La serie comenzaba fuerte, con un bonito homenaje a Fred Andrews interpretado por Luke Perry. Un capitulo para sacar los cleenex, pues el actor murió el pasado 2019. Pero esto no se queda así, sino que de forma constante se trata de honrar al artista. El actor dejó huella y la serie ha sabido agradecérselo con creces con una visión muy esperanzadora.
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